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Desde hace varios años se incorporó en el Perú la educación inclusiva mediante el Decreto Supremo N°013-2004-ED, Reglamento de Educación Básica Regular; el Decreto Supremo N°015-2004-ED, Reglamento de Educación Básica Alternativa; el Decreto Supremo N°022-2004-ED, Reglamento de Educación Técnico-Productiva y el Decreto Supremo N°002-2005-ED, Reglamento de Educación Básica Especial; permitiendo que en un aula puedan estudiar niños y adolescentes promedio junto a aquellos que en realidad necesitaban de una educación especial como son los autistas, los que tienen retardo mental, aquellos que sufren trastornos mentales o quienes presentan problemas de conducta. Por este motivo, las metodologías lúdicas han llegado a desplazar a la aplicación de la lógica, la argumentación y el rigor académico. Por lo cual, no extraña que la disciplina en los colegios haya terminado relajándose hasta lo que hoy es.
En las universidades, los especialistas y formadores de los futuros docentes siguen publicando importantes investigaciones demostrando la especificidad de cada uno de los grupos de alumnos citados e implementando estrategias y metodologías que ya han sido validadas en otros países, y que coinciden en rechazar un tratamiento masificado de la educación.
Más allá de la aplicación del derecho dogmático, promovido por voraces abogados, ávidos de capturar cuanto sector represente un prometedor mercado cautivo, el gobierno peruano y el Congreso de la República deberían jerarquizar la educación peruana con un verdadero tratamiento humanista, el cual historicamente siempre fue científico. Los colegios y las universidades deben volver a ser los centros del saber que impulsaron el desarrollo de las altas civilizaciones y las naciones más importantes de este siglo XXI.
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