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Por: Alberto Bolívar Ocampo.
Ponencia presentada en el desayuno de trabajo organizado por el Centro Nacional de Planeamiento Estratégico / CEPLAN el viernes 03 de febrero de 2012.
El Dr. Bolívar, antes de su sensible fallecimiento, tuvo la generosidad de enviarme y compartir su discurso, que por la importancia y vigencia del mismo tengo a bien publicar.
Ponencia presentada en el desayuno de trabajo organizado por el Centro Nacional de Planeamiento Estratégico / CEPLAN el viernes 03 de febrero de 2012.
El Dr. Bolívar, antes de su sensible fallecimiento, tuvo la generosidad de enviarme y compartir su discurso, que por la importancia y vigencia del mismo tengo a bien publicar.
Prever – dice Celelier (1979:92) – no es
inventar, sino imaginar con tantos datos como sea posible el sentido y la
velocidad de una evolución en curso o de una tendencia que se dibuja; es situar
su término en un momento dado. Por consiguiente es preciso saber ante todo
dónde se está colocado. Dicha “colocación”, creemos, implica saber como país
qué se es desde el punto de vista geopolítico, pero más importante aún, qué es
lo que se quiere ser o alcanzar en el mediano y largo plazo, en los ámbitos
sub-regional, regional y mundial. En otras palabras, un país como el Perú
requiere tener una Imagen-Objetivo a ser materializada en las próximas décadas,
a partir de la actual realidad, lo multidimensional de sus problemas, y pese a
los abruptos y tal vez también dramáticos cambios que el transcurso se vayan
dando.
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Este proceso debe partir de una iniciativa
estatal que al final termine traduciéndose en la forma y el producto de una
geoestrategia nacional consensuada entre el Estado y la sociedad, que abarque
tanto aspectos del desarrollo como de la seguridad, y que le permitan obtener
al Perú la estatura estratégica de potencia mediana regional, sólo superado por
el Brasil y la Argentina. Nuestra geografía, nuestros recursos naturales, las
capacidades de nuestra población y nuestro destino histórico así nos lo
imponen.
Geopolítica
Cuando
hablamos de “geopolítica”, para los efectos del
presente documento de trabajo, es lo que el brasileño Backheuser define
como “la ciencia política orientada en armonía con las condiciones geográficas”
(1926). Una definición parecida, pero no tan completa, es la de Kelly (1997:
2), quien sostiene que “Geopolítica significa el impacto de ciertos factores
geográficos en la política exterior de un país”. El concepto de “ciencia
política” abarca más que la sola política exterior; abarca también la política
interior o doméstica, que para efectos del desarrollo nacional en países de
topografía tan agreste (como el Perú), puede ayudar a encontrar soluciones a su
actual situación de subdesarrollo.
Otra
(interesante pero amplia) definición nos la da Cohen, cuando afirma que
“geopolítica es el estudio aplicado de la relación del espacio geográfico con
la política. Por lo tanto, la geopolítica está preocupada con el impacto
recíproco de constantes, temas y estructuras espaciales con las ideas
políticas, instituciones y transacciones. Los marcos territoriales al interior
del cual se dan esas interrelaciones, varían en escala, función, alcance y
nivel jerárquico desde el nacional, inter-transnacional y continental-regional
hasta el provincial y el local. La interacción de los procesos espaciales y
políticos en todos estos niveles, crean y moldean al sistema geopolítico
internacional.” (1994: 17) Esta definición es muy pertinente para ser
internalizada en todos los niveles de la estructura estatal.
Geopolítica
implica partir de una base física permanente: la geografía nacional, pero en
especial de su conocimiento y de las implicaciones internas y externas que de
factores como la posición, por dar un ejemplo, se derivan. La geografía –
afirma correctamente Celelier (1979:20) - es neutra y las ventajas que pueden
emanar de la misma no son reales sino en la medida que se hayan dado en el país
los medios para explotarla y la voluntad de hacerlo. O en palabras de Knight,
“el territorio no es, sino que se convierte en tal. En sí mismo, el territorio
es pasivo, siendo las creencias y acciones humanas las que le dan un
significado.” (1994:76) De ahí que tengamos autores como Ó Tuathail
refiriéndose a “la instrumentalidad del espacio” (1996: 24) y citando a
Nicholas Spykman, cuando afirmaba que la geografía “es el factor condicionante
más fundamental de la política nacional porque es el más permanente. Los
ministros vienen y se van, incluso los dictadores mueren, pero las cadenas
montañosas permanecen imperturbables.” (1996: 51)
Países
como el Perú no obtendrán los medios que necesitan de modo suficiente, sólo
si no son capaces de convertirse en lo
que Emilio Castañón Pasquel denominaba sistemas de eficiencia colectiva:
a partir de una armonización – con sentido estratégico – de sus elementos más
permanentes: los geográficos, los que además condicionan – no determinan – sus
orientaciones en materia de políticas de desarrollo nacional y en términos de
políticas exterior, y de seguridad y defensa nacional, respectivamente. Dice
este autor peruano: Querer desentrañar el carácter y calidad de aquella
eficiencia exige iniciar la observación del caso mediante un análisis especial,
de carácter “espacial.” (1979: 17) Es decir, no hemos tomado en cuenta
nuestras características geográficas – empezando por la ubicación de nuestro
territorio –, la identificación de nuestros intereses permanentes
(geopolíticos) y las constantes de comportamiento geohistóricas nuestras y las
de otros actores nacionales. Por ende, nuestros planes de desarrollo y defensa
han adolecido de claridad, coherencia, continuidad e incluso predictibilidad.
En palabras de O´Loughlin (2000:36), podemos afirmar que nos hemos cegado y
perdido oportunidades porque hemos visto la realidad nacional e internacional
con lentes “ageográficos.”
Estrategia
Pese a ser un país sub-poblado
y con grandes recursos naturales, los índices de desarrollo humano son
realmente lamentables como consecuencia de una mala demarcación, ocupación y
administración del territorio, así como por la deficiente explotación de lo que
el mismo contiene. De ese modo, para madurar geopolíticamente necesitaremos un
nuevo enfoque de los problemas nacionales, internacionales e intermésticos;
necesitaremos un enfoque de tipo “espacial”, además de “estratégico”; lo que
implicará la aplicación de la “estrategia”,
- Celelier cita la definición que
da Lenin - que no es más que “la elección de los puntos de aplicación de las
fuerzas” (1979: 104).
Para Brzezinski, el término
“estratégico” se refiere a la aplicación global y planificada de medidas para
alcanzar un objetivo central o ventajas fundamentales de tipo militar. (1988:
10) Como podemos apreciar, el autor norteamericano tiene un sesgo
predominantemente militar en lo que a la estrategia se refiere.
Toda estrategia, recomienda
Showalter es mejor entendida como el cálculo de las relaciones entre medios,
fines y voluntad. (1991: 108) En nuestra opinión, cuando se refiere a los
medios, estos son los activos tangibles e intangibles con los que cuenta o
puede contar el país (poder y potencial nacionales), para obtener ventajas
comparativas y competitivas en un mundo globalizado; fines son los objetivos de
mediano y largo plazo que se hayan establecido; y voluntad se refiere a una
decisión política (consensuada) del más alto nivel, que conlleva cierto grado
de institucionalización en el tiempo a través de objetivos nacionales y
políticas públicas.
Por
su parte, Kennedy (1991: 5) considera que la clave de toda gran estrategia se
basa en la política, esto es, la capacidad de los líderes de la nación
para juntar a todos los elementos militares y no militares para la preservación
y engrandecimiento de los mejores intereses de largo plazo. Dicha tarea está
llena de imponderables y “fricciones” no previstas, nos advierte el autor
británico. No es una ciencia matemática en la tradición de Jomini, sino un arte
en el sentido de Clausewitz, además de un arte difícil porque opera en varios
niveles, todos interactuando unos con otros para hacer avanzar (o retardar) al
objetivo principal. Por su parte, Gray y
Sloan (1999: 2) advierten que la extensión en la cual serán explotadas las
oportunidades geográficas dependerá de la estrategia.
Geoestrategia
Respecto a la geoestrategia, el
antes citado Celelier nos dice: “La Geoestrategia, hermana menor de la Geopolítica,
forma con ella un homogéneo díptico que de este modo ofrece al político y al
militar igual método de aproximación a los problemas necesariamente conexos
en el mundo actual. En consecuencia, adquiere poco a poco derecho de
ciudadanía, ya que estudian juntas relaciones esenciales en la vida moderna del
país.” (1979: 51) (El resaltado es de ese autor).
El argentino Gómez Rueda (1977:
95) considera que la geoestrategia es la interpretación estratégica de la
geografía, así como la geopolítica es la interpretación política de la misma
realidad. Del mismo modo, para Dolman la geoestrategia es una variante de la
geopolítica y viene a ser la aplicación estratégica de tecnologías nuevas y
emergentes, al interior de un marco de conocimiento geográfico, topográfico y
posicional. (1999: 83)
Inicialmente, Brzezinski
consideraba al término “geoestratégico” (1988:10) como una mezcla de las
consideraciones estratégicas con las geopolíticas. Posteriormente mejoraría su
concepto al indicar que “geoestrategia” vendría a ser “la gestión
estratégica de los intereses geopolíticos“ (1998: 40), entendiéndose a
estos últimos como aquellos intereses vectores y con cierto nivel de
permanencia porque han sido determinados a partir de la definición geopolítica
del país y los intereses que de la misma se derivan. Implica, por ende, el
diseño de un gran plan que incluya a los objetivos políticos, económicos,
sociales y militares a cumplirse sobre todo en el mediano y el largo plazo.
Hay autores como el chileno
Navarro Meza, que en los hechos equiparan a la geoestrategia con el concepto de
Gran Estrategia, a la cual considera como “la definición de un proyecto de
inserción internacional único y específico del Estado y la adecuación de sus
recursos de poder, cualquiera sea la naturaleza de estos, para apoyar dicho
proyecto. De ello se sigue la necesidad de priorizar tales recursos,
armonizándolos con las capacidades generales del país.” (2004: 45-51) El autor
habla de tres categorías específicas dentro de una gran estrategia:
·
Los de naturaleza preexistente e inmutable, y
que principalmente son la geografía y la historia.
·
Los elementos domésticos: la economía y la
política.
·
El escenario internacional: la diplomacia y la
defensa.
Paul Kennedy (1991: xi)
considera que una gran estrategia es la integración de los objetivos generales
políticos, económicos y militares para preservar los intereses de largo plazo
de un país.
Por ende, si hay gran estrategia,
hay permanencia de intereses nacionales y si hay permanencia de intereses
nacionales, quiere decir que hay definiciones y determinaciones nacionales de
índole geopolítica.
La geopolítica
y la geoestrategia son claves para la defensa y el desarrollo nacionales porque
en última instancia permiten la racional y planificada ocupación de territorios
y espacios interiores cuya potencialidad económica puede contribuir al
crecimiento de un poder nacional tal que le permita al país alcanzar lo que
Sherman Kent (1978: 57) denominaba “estatura estratégica”; entendiendo por esta
última a “la suma total de los medios, suaves y rudos que posee
un país, a lo cual debe agregarse su voluntad de emplearlos y su pericia en
usarlos.”
¿Y la Defensa Nacional? El
hardware para la Defensa Nacional – militar, para ser más exactos - saldrá del desarrollo nacional y éste será
posible sí y sólo si “la gestión estratégica de los intereses geopolíticos”
logra articular racional y realistamente el empleo de los recursos naturales actuales
o potenciales, así como los activos estratégicos del país para un horizonte de
mediano y largo plazo.
La geopolítica puede ayudar a
identificarlos, porque tal como dijo Napoleón Bonaparte hace ya más de 200
años: "La política de los Estados reside en su geografía". No es que
necesariamente determine el desarrollo y porvenir de un país, pero sí lo
condiciona y al momento de analizar a otros actores estatales, pueden
identificarse constantes de comportamiento geohistórico, tanto de ellos como de
nosotros. Los países que en base a un análisis de su geografía y sus recursos -
que son el tablero y las piezas de ajedrez-
han identificado sus intereses nacionales permanentes, son los que mejor
y mayor provecho están obteniendo en un ambiente internacional globalizado
lleno de cambios muy dinámicos y a veces violentos. La definición de los
intereses nacionales que son permanentes, casualmente porque son producto de un
análisis geopolítico, es lo que permitirá darle claridad, coherencia,
continuidad y predictibilidad a las políticas públicas en los campos del
desarrollo, de las relaciones exteriores, así como de la seguridad y defensa de
nuestro país.
Identificación de los recursos geoestratégicos nacionales
Como ya vimos,
geografía es neutra. De nada sirve en el caso peruano tener, por ejemplo, una
posición central tan ventajosa, esa "plusvalía natural" a la que se
refiere Migone Peña (2004), si es que de parte de las elites no se ha dado la
percepción de su importancia estratégica y obviamente la decisión política para
sacar provecho de la misma. Esto no se
ha dado, en parte, por lo que Víctor Andrés Belaunde denominaba
"anatopismo", un neologismo que proviene del griego topos (tierra) y ana (ir contra), que significa ir contra lo que la tierra, la
geografía nos está diciendo y que según ese autor constituye un vicio que
sintetiza toda una serie de defectos de la mentalidad nacional. (1963: 32)
¿Cómo podríamos
definirnos geopolíticamente para así identificar nuestros intereses nacionales
permanentes? De forma sencilla:
a) Marítimo-central, en relación al cuadrante sudoriental
de la Cuenca del Pacífico.
b) Andino-central, en relación a la Comunidad Andina, por
más crisis en la que ésta se encuentre, y
c) Amazónico-central, en relación a la Hoya Amazónica.
Vemos, pues,
que la centralidad de nuestro territorio (esa “plusvalía natural”) es
nuestra principal cualidad geopolítica y por ende, debe constituirse en
nuestro primer y principal recurso geoestratégico porque como acertadamente
afirma Brzezinski (1998:46), “la situación geográfica sigue siendo el punto de
partida para la definición de las prioridades externas de los
Estados-naciones.”
El Libro Blanco de la Defensa Nacional (2005: 49) es
un primer intento para caracterizar geopolíticamente al Perú, aunque dicha
caracterización no nos agrada ni convence porque no contiene lo principal: su
centralidad. (“Perú: País Marítimo, Andino, Amazónico, Bioceánico y con
Presencia en la antártica.”) La centralidad se ve en el mapa, mas no se le
menciona en dicha caracterización, lo cual es una enorme omisión. Si no se le
menciona taxativamente, simplemente no se podrá usar adecuadamente dicha
caracterización en los contenidos educativos que se impartan en las escuelas a
los niños a partir de los tres años de edad; contenidos como por ejemplo, que
nuestro país, por el oeste, no limita con el Océano Pacífico, sino que limita
con la Cuenca del Pacífico.
Relacionado con
el recurso geoestratégico anterior está el segundo: la profundidad
estratégica de nuestro territorio. En términos tanto para el desarrollo
como para la defensa, es un muy factor importante.
Para el
desarrollo, podemos todavía ocupar y desarrollar (ecumenizar) racionalmente
espacios en direcciones Norte y Noreste, en dirección a la Ceja de Selva de
Cajamarca y Amazonas, así como de Selva Baja en Loreto, hasta el tripartito.
También en dirección Este hacia la selva central – una vez solucionados los
problemas de seguridad en el VRAE -, que teóricamente tendría que constituirse
en nuestro heartland, así como hacia la selva Sureste en Madre de Dios y Puno.
Esa profundidad estratégica nos permitirá conquistar
espacios y ampliar fronteras, ambos hacia el interior, redistribuyendo
adecuadamente a la población. Y desde el punto de la defensa, los peruanos
“podemos retroceder” en varias direcciones y resistir cualquier ataque de un
actor nacional militarmente muy superior, para así organizar la resistencia y
eventualmente el contraataque. Es por ejemplo, lo que la ex Unión Soviética
hizo entre 1941 y 1943, del mismo modo que los zares lo habían hecho contra
Carlos XII de Suecia en el siglo XVIII y contra Napoleón en el siglo XIX.
El tercer
recurso geoestratégico lo constituyen nuestros recursos naturales mineros,
energéticos, hídricos y agrícolas.
El cuarto recurso geoestratégico es nuestra
cualidad marítima, con 2,500 kilómetros de costa en el frontis central del
cuadrante sudoriental de la Cuenca del Pacífico, es decir la puerta de entrada
a Sudamérica desde el Oeste.
Dorpalen nos recuerda que “el mar es sólo el camino para
el dominio del mar”, y que ya sea el Helesponto o el Mediterráneo de la
antigüedad o el Atlántico y el Pacífico en nuestros días, abre siempre las
puertas hacia nuevos países, nuevos recursos, nuevas riquezas. Citando al
economista alemán Friedrich List, hace suya su advertencia de que “aquel que no
participase del mar, quedará excluido de todo lo bueno y de los honores de la
tierra, será como un hijastro de nuestro Señor.” (1982: 88)
Hacia una geoestrategia nacional
Una
geoestrategia peruana debería considerar estos ejes estratégicos:
1. Macrorregionalización y más efectiva Descentralización. Pese al fracaso del anterior intento de
descentralización a través de la regionalización (1989), en 2001 se cometió el
error de convocar a elecciones regionales para Noviembre de 2002, sin antes
tener una Ley de Bases de Regionalización que propiciara la conformación de
macrorregiones. Por el contrario, se empezó con 24 regiones, lo que desde el
punto de vista geopolítico constituía una aberración. Desgraciadamente el
referéndum de hace unos años rechazó la creación de macrorregiones, pese a la
vital importancia geopolítica que representaba su creación, especialmente para
contrapesar geopolítica y geoeconómicamente a Lima Metropolitana, ciudad que en
sí constituye un país dentro de un país, y que es mucho más poderoso que cada
una de las “regiones”. Un proceso de macro regiones equilibraría más las
relaciones entre el centro (Lima) y la periferia (el resto de “regiones”). El
proceso era importantísimo porque hubiese permitido que los procesos de
producción-consumo-inversión se dieran en nuestro hinterland, creando
empresa y puestos de trabajo, ingresos para los gobiernos regionales y la
posibilidad en el mediano plazo, del retorno de parte de los inmigrantes que
ahora constituyen el 30% de la población nacional que está concentrada en Lima
Metropolitana y el 73% que ocupa toda la región costera. Ahora sólo nos queda esperar
un lustro para recién empezar a dejar atrás y para siempre, esa nefasta
tendencia que nos llevó a crear, reducir o dividir circunscripciones
territoriales sin criterio técnico alguno, dificultando nuestro desarrollo y
defensa nacionales, tal como lo había advertido José Román de Idiáquez hace más
de un siglo. (1893) Macrorregionalizar el país nos llevará al ordenamiento del
territorio y su adecuada ocupación. (Eduardo Gómez de la Torre Freundt (2010),
pero debe hacerse tomando en consideración lo planteado por Manuel Dammert
(2002), en el sentido de relacionar este proceso con el de las carreteras
interoceánicas. La actual administración de Ollanta Humala acaba de
reafirmar su intención de ir hacia la macrorregionalización del país pero de
modo consensuado. (Francesca García, 2011)
2. Vías de Comunicación. Como primordial medida para la constitución de un
verdadero país habitado por pueblos que puedan ir sintiéndose parte de una sola
nación y de un solo proyecto -, tenemos que “achatar” nuestro territorio a
través del incremento geométrico de nuestros índices geoviales (carreteras y
ferrovías transversales y longitudinales.) Sólo así podrá empezar a darse una
saludable relación dialéctica centro-periferia, que reemplace a la
actual tensión centro-periferia. Así Brasil no hubiese estado interesado en salir al
Pacífico, igual necesitábamos no sólo uno, sino tres corredores transversales.
En el sur, la ya aprobada interoceánica; por el centro, Pucallpa-Tingo
María-Huánuco-La Oroya-Lima y por el norte, la también ya aprobada Paita-Corral
Quemado-Bagua-Sarameriza-Iquitos (con tramos intermodales). Dos ferrocarriles
longitudinales: el Tumbes-Tacna y el Cajamarca-Puno, y la ferrovía
Bayóvar-Pucallpa. (Mercado Jarrín, 1999) Además, servirán para
asentarnos estratégicamente al interior del IIRSA. Se produciría un cambio
geopolítico espectacular si se concreta la ferrovía de 5,600 kms que uniría
Santos y Paita, pasando por Pucallpa, Tingo María, Tocache, Tarapoto,
Moyabamba, Chachapoyas, Jaén, Olmos y Piura. El geométrico aumento de nuestros
índices geoviales coadyuvaría – como vimos - a la consolidación de las
macrorregiones y a la ampliación del mercado interno, así como a nuestras
exportaciones.
3. Acueductos, plantas de tratamiento. Lima es una ciudad sedienta y el problema del agua -
su escasez al nivel mundial - tenderá a agravarse. Debemos formular una
Política de Seguridad Hídrica que nos proteja de lo que se viene. Ya hemos
visto conflictos entre regiones, como fue el caso de Moquegua y Arequipa por el
aprovechamiento de las aguas del proyecto especial Pasto Grande. (La
República, editorial del 22 de noviembre de 2003) La escasez mundial de
agua causará inestabilidad interna en los países y conflictos entre estos.
Debemos construir acueductos para traer agua de los ríos de la selva hacia la
costa y sierra con fines de irrigación y consumo humano, así como ver la forma
de tratar las aguas servidas, tal vez con la tecnología que usan para estos
efectos países como Israel.
4. Puertos. No sabemos qué
hacer con ellos porque no tenemos una política oceánica - que necesariamente
tendría que articularse con la política geovial - y menos una geoestrategia de
puertos que permita aprovechar esos
activos estratégicos situados a lo largo de nuestros 2,500 kilómetros de
frontis costero central. Independientemente de la discusión acerca del régimen
de los puertos (estatales, mixtos o privados), debemos lograr que absolutamente
todos nuestros puertos sean eficientes, baratos y seguros, como resultante de
una clara concepción estratégica. Sólo ésta nos posicionará como el principal
puente entre Sudamérica y la Cuenca del Pacífico. Será así como los usuarios en
el hinterland sudamericano y allende el mar considerarán a nuestros
2,500 kilómetros de costa como un “hiperpuerto”. Sabrán que por cualquiera de
ellos los buenos negocios están asegurados. Eso, respecto a los puertos, pero
relacionado con ellos está la virtual inexistencia de nuestra marina mercante,
tal como ya ha sido advertido con claridad por autores como Palacios Dongo en 2004
y 2005. No puede haber talasocracia, es decir poder marítimo, si es que
no tenemos puertos gerenciados estratégicamente y una marina mercante propia.
Los
chilenos siempre alentaron las inversiones en ese rubro y hoy tienen poderosas
navieras. Sudamericana de Vapores, la principal naviera chilena y una de las
más importantes de la región, en 2005 acordó suscribir a través de una o más
filiales, una línea de crédito por hasta 250 millones de dólares con el banco
alemán HSN Nordbank para la futura expansión de sus negocios. Vapores,
controlada por el grupo del empresario Ricardo Claro y que además administra
varios puertos en Chile. Los recursos se destinarán para solventar la
adquisición de naves, de acuerdo a las necesidades de crecimiento de su flota.
Sudamericana de Vapores reportó ganancias por 99,2 millones de dólares en el
primer semestre, un 39,5 % más que en igual lapso del 2004, debido a un fuerte
incremento en sus ingresos. (Reuters, 2005) Tal es nuestra dejadez e
incompetencia en términos geopolíticos, que hemos permitido que Chile controle
el 75% de los servicios portuarios y casi el 100% del transporte marítimo de
combustible, a través de sus inversionistas privados, tal como informó (Ana
Núñez, 2006).
5. Energía. Buscar nuevas
fuentes, aprovechar el gas de Camisea para privilegiar el consumo interno por
las cuatro próximas décadas. Así como el siglo XIX estuvo regido por el carbón
y el siglo XX por el petróleo, el presente siglo estará regido por el gas
natural, tal como bien lo ha señalado Simon Romero en un esclarecedor artículo
publicado el 15 de junio de 2005 en The
New York Times. En 2005, astutamente, Chile disfrazó sus apuros energéticos
proponiendo – y a veces casi intentando imponer- un “anillo energético” a
través del cual se usaría nuestro gas de Camisea para abastecer a los países
del cono sur, convirtiéndonos en una suerte de “buen samaritano energético” del
subcontiente. Exportemos nuestros excedentes, sólo después de haber masificado
su consumo interno. Mientras no se encuentre más yacimientos de gas, Camisea
debe ser una de nuestras cartas de garantía para el desarrollo nacional en la
primera mitad de este siglo. No sólo el Perú, sino Sudamérica van a tener problemas
en este campo. Según la CEPAL, es necesario tomar acciones desde ahora hasta
2030, para evitar el desabastecimiento en la región. (Marcia Carmo, 2011) Meses
después, la Agencia Internacional de la Energía, advirtió que “el mundo se
encamina hacia un futuro energético insostenible” si los gobiernos no toman
“medidas urgentes” para optimizar los recursos disponibles. (EFE, 2011) De ahí
la urgente necesidad de alcanzar la independencia energética (Derteano, 2011),
tal como vimos lo está logrando el Brasil.
6.
Alimentos. La escasez de alimentos y los consiguientes problemas de desnutrición
crónica que se dan en países como el Perú, ya constituye un problema de
seguridad nacional que requiere ser abordado y solucionado en una propuesta de
geoestrategia nacional. Esto se da en medio de una crisis alimentaria a escala
global. Después de 2005, los precios reales de los alimentos han subido un 75%
y son históricamente los más altos desde que el índice de precios de los
alimentos fuera creado por The Economist en 1845.
Según la FAO, el número de las personas que sufren
hambre se ha incrementado en 140 millones y hoy pasa de los mil millones.
Entramos así en una época, nos viene adviertiendo Oswaldo de Rivero (1998,
2011), en una era en la que tener seguridad alimentaria es indispensable para
tener estabilidad política porque puede haber un “tsunami” de protestas
populares porque el Perú es uno de los 54 países con un consumo per cápita
menor en calorías del mundo, y que ya es hora de establecer un sistema de
seguridad alimentaria nacional, creemos, a partir de la ampliación de la frontera
agrícola, aumentando la producción pero sobre todo la productividad, y la
creación de una reserva estratégica de alimentos – renovada cada cierto tiempo
a través de su repartición a los más necesitados -, para que no sólo no falten
los alimentos, sino para estar en condiciones de afrontar una emergencia de
hambruna mundial.
Entre julio del 2010 y abril de 2011, el
precio mundial del trigo creció 120%, mientras que el del maíz 115% En este
segundo semestre comenzaron a descender, pero no del todo. Esto ha encendido
nuevamente las alertas mundiales sobre una nueva crisis de alimentos como en el
2008 en el que se dispararon los precios de los principales cereales.
(Marienella Ortíz, 2010) Uno de los grandes problemas es que hay mucha
especulación en el campo de los alimentos, afectando a millones de personas al
nivel mundial. (Daniel Del Pino, 2011).
Actualmente ya puede hablarse de una “geopolítica de
los alimentos”: Lester R. Brown, director del Earth Policy Institute de
Washington, va más allá al afirmar que la comida se ha convertido en el motor a
la sombra de la geopolítica mundial, en la cual la escasez de alimentos puede
ser la norma en lugar de la excepción.
Hasta hace algunos años, se le prestaba poca atención
a la oferta de alimentos o, incluso, a la agricultura. Las hambrunas se
localizaban en países periféricos, extremadamente pobres, algunos considerados
no viables. Actualmente, la seguridad alimentaria no es un asunto que se pueda
tomar a la ligera, como si fuera una preocupación de otras latitudes.
Por el
contrario, las continuas presiones de demanda por mayores volúmenes de comida,
especialmente provenientes de China e India y otras economías emergentes, y los
rezagos en la capacidad de producción no suficientemente compensados por desarrollos
en la productividad, se han traducido en los inventarios más bajos de la
historia, lo cual, a su vez, ha generado crecimientos extraordinarios en los
precios de los alimentos a nivel planetario. Las elevadas cotizaciones del
petróleo y de los combustibles contribuyen también al encarecimiento de los
alimentos, dado que aquellos representan, en promedio, una tercera parte del
costo de producción, al menos en el caso de los cereales. El cambio climático
también juega de local, pues por cada aumento en la temperatura global de un
grado, la productividad del agro se desploma en 10 por ciento. (Andrés Espinosa
Fenwarth, 2011; Joshua Keating, 2011)
7. Fuerzas
Armadas (operativas). Dotarlas de un presupuesto adecuado que les
permita recuperar unos aceptables
niveles de operatividad que le devuelvan al país unas capacidades disuasivas
que hoy – desgraciadamente – son inexistentes y que son muy necesarias en un
ambiente internacional global cada vez más enrarecido por la carencia de
recursos naturales como el agua o la energía. El Perú necesita – sin necesidad
de caer en una carrera armamentista – recuperar un mínimo aceptable de
capacidades operativas convencionales (priorizando a nuestros
cazabombarderos, nuestros submarinos y nuestras capacidades antiaéreas y
antitanques, así como a nuestras fuerzas especiales) y paralelamente
desarrollar capacidades combativas no convencionales (asimétricas); todo
esto con la finalidad de que el país recupere unas capacidades disuasivas
reales y creíbles, que desgraciadamente hoy son inexistentes. Como bien
sostienen Metz y Jonson (2001): “La aproximación de una estrategia asimétrica
integrada con otras técnicas simétricas es mucho más poderosa que basarse
solamente, ya sea en métodos simétricos o en métodos asimétricos”. Esto debe llevarnos a una reflexión acerca de
cómo podríamos los peruanos redefinir organizacional, doctrinaria y
operacionalmente nuestras FFAA con el objetivo de reducir costos, pero
maximizando la preparación del personal, creando y combinando estructuras de
fuerza capaces de a su vez combinar estrategias simétricas y asimétricas contra
cualquier potencial adversario cuyos medios sean notoriamente superiores a los
nuestros.
Un país no puede confiar solamente en que los
organismos internacionales y obviamente el derecho internacional lo protejan de
una agresión. Es por ello que nunca está de más recordar las palabras de
Voltaire: “Dios es justo, pero prefiere los batallones mejor pertrechados.”
Fuentes
consultadas
- Everardo
Backheuser: Una Estructura Política de Brasil; Mendoza, Machado y Cía.,
Río de Janeiro 1926; citado por el autor argentino Roberto Antonio Garay
Saravia, en su trabajo “¿Qué es la Geopolítica?”; http://meltingpot.fortunecity.com/alberni/698/revista_docente/iv_vii/e5.html
- Víctor
Andrés Belaunde, Meditaciones Peruanas,
Segunda Edición (Lima: Talleres Gráficos P.L. Villanueva, S.A., 1963)
- Zbigniew
Brzezinski, El Juego Estratégico: La conducción de la contienda entre los
Estados Unidos y la Unión Soviética (Buenos Aires: Planeta, 1988)
- Zbigniew
Brzezinski, El Gran Tablero Mundial: La Supremacía Estadounidense y sus
Imperativos Estratégicos (Barcelona: Paidós,1998)
-
Lucille Carlson, Geography and World Politics
(Englewood Cliffs, NJ: Prentice Hall, Inc., 1957)
-
Marcia Carmo: “Sudamérica bajo amenaza de
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- Emilio
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