miércoles, 14 de noviembre de 2012

La Recuperación Económica después de una Catástrofe Natural

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"Lo que más me ha llamado la atención, es que las imágenes que veíamos
parecían a las que habitualmente solemos ver en hechos como éste en el tercer mundo.
"Pero eran de Estados Unidos, país imperial que se erige como la gran potencia mundial
Edmundo Fayanás Escuer. Pamplona. Redactor, El Inconformista Digital

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En la actualidad, la economía se ha convertido en una singular práctica administrativa que va contra los hechos y la realidad. Mientras los economistas se esmeran en afirmar que los problemas sociales no existen, sino sólo los económicos y relativizar el impacto de los factores medioambientales, culturales, políticos, científicos-tecnológicos y hasta accidentales; cada vez resulta más evidente que las crisis económicas per se no existen, y que por el contrario, son causadas por la suma de todos estos factores y, para cuyo control y manejo es indispensable no sólo el análisis sistémico, sino la participación de un equipo multidisciplinario en la toma de decisiones.

Precisamente, en la semana hemos observado los efectos devastadores del huracán Sandy en Haití, Santo Domingo, Cuba y, sobre todo, en los Estados Unidos, cuyos impactos y daños, en este último país, se considera se ubican en el tercer lugar, después de Katrina e Irene. Los perjuicios de Sandy, sólo en los Estados Unidos, inicialmente fueron estimados por los economistas en 10 mil millones de dólares, pero a la fecha sobrepasan los 50 mil millones de dólares. Al respecto, la BBC de Londres en su artículo: Sandy: los costos ocultos de una tormenta, enfatiza que esta cantidad no estaba considerando otros costos adicionales para los gobiernos, los comercios y las personas. Por ejemplo, el trabajo efectivo perdido, las horas empleadas para los preparativos, el aprendizaje interrumpido, los despliegues extraordinarios de evacuación y refugio en las zonas de emergencia.

La valoración de los daños de una catástrofe de cualquier tipo es fundamental no sólo para las tareas de la reconstrucción de un espacio físico, sino sobre todo para la normalización de la vida cotidiana y la dinámica de las actividades de una sociedad. Asimismo, permite comprender por qué algunas naciones que han pasado por una catástrofe natural han tenido una reconstrucción más rápida, aunque no absoluta, como fue el caso del terremoto en Kobe, Japón, mientras otras, después de varios años, sólo han podido alcanzar una recuperación en su infraestructura como New Orleans en los Estados Unidos, luego de ser azotada por el huracán Katrina; finalmente, porqué hay ciudades que aunque acostumbran tener movimientos sísmicos como Pisco en Perú, no pueden siquiera estructurar un marco normativo ni presupuestal para administrar las donaciones destinadas a su reconstrucción.

Durante estos días han desfilado por los medios televisivos y radiales, conocidos economistas procedentes de las autodenominadas universidades de prestigio, quienes ante la complacencia de sus entrevistadores han llegado a afirmar, sin ningún respeto, que estos desastres naturales generalmente terminan impulsando las economías de las naciones y hablan hasta de “una destrucción creativa”, sobre todo, a partir del incremento de actividades como la construcción y el turismo.

En realidad, experiencias como la de Kobe, en Japón cuyo terremoto se estima dejó 6 mil fallecidos y la pérdida de 100 mil viviendas, si bien consiguió una acelerada reconstrucción y el retorno de los pobladores, sin embargo, quince años después, sus condiciones de vida, todavía están 15% debajo de su anterior situación socio-económica. La situación fue más grave en el caso del huracán Katrina, la Kaiser Family Foundation reportó el año 2011, es decir seis años después, que 20% de los 450 mil pobladores que tuvo New Orleans antes del evento, no ha podido regresar, sobre todo, después de la disposición de su ex alcalde Ray Nagin de mandar derribar las casas públicas. De tal manera que, según un censo posterior, el nuevo rostro de la ciudad está conformado por las viviendas vacías que superan las 50 mil y barrios de los latinos que participan en las tareas de reconstrucción, en vez de los suburbios de los afroamericanos, expulsados por sus autoridades. 

La incompetencia, la corrupción y la desidia de las autoridades en las labores de reconstrucción, parece ser en gran parte el responsable más decisivo en las expectativas de la población y de los inversionistas. De hecho, según The Washington Post, en agosto de 2005, Estados Unidos sólo utilizó 40 de los 854 millones de dólares que se le ofrecieron luego del huracán Katrina, rechazando 54 de las 77 ayudas de los diversos países, incluyendo nada menos que la de su entrañable Cuba.

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